Orígenes

Claromecó es una localidad balnearia y principal polo turístico del partido de Tres Arroyos de la provincia de Buenos Aires, Argentina. Es fundado oficialmente el 9 de noviembre de 1920. Incluye al Barrio-Parque Dunamar y cuenta con 2081 habitantes (Indec, 2010) estables, número que se multiplica en fechas turísticas.

K'la-Rome-Có , significa en araucano, triple agua, literalmente tres arroyos, y en segundo término se descompone de la siguiente forma: Kula o K'la (tres), Rome (junquillo) y Kó (agua), que querría decir Tres arroyos con junquillos. Ubicado junto a la desembocadura del arroyo del mismo nombre, baña su costa el Océano Atlántico.

A mediados del siglo XVIII, más precisamente en el año 1748, el explorador y misionero de la Compañía de Jesús, José Cardiel, se encuentra con la desembocadura de un arroyo, y lo bautiza con el nombre de Ascensión. Ese arroyo no era otro que el arroyo Claromecó.

A partir de 1830, las tierras del actual balneario fueron adjudicadas para la cría de ganado y luego cedidas a hacendados en 1836. Juan Bellocq adquirió gran parte de ellas, fundando la estancia "San Francisco". Tras su muerte, sus herederos comenzaron a promover la zona como "el rincón de Claromecó", que para 1910 ya contaba con las primeras casas.

Desarrollo hasta la actualidad

Reconociendo la importancia que había adquirido como balneario, la familia Bellocq propuso al Gobierno de Buenos Aires la formación del Balneario Claromecó en 1919, la cual se concretó oficialmente el 9 de noviembre de 1920.

En 1925, con la intención de modernizar la villa, se encargó al arquitecto Jorge Bunge un ambicioso plan urbanístico que incluía infraestructura turística, ferroviaria y comercial. Pese a los avances en su diseño y las gestiones para construir un ramal ferroviario, las iniciativas no se concretaron y quedaron en el abandono hacia 1929. No obstante, la villa continuó desarrollándose gracias al esfuerzo de los lugareños, consolidándose como un destino turístico por sus extensas playas y la belleza natural.

Con el tiempo, Claromecó adquirió prestigio nacional por la belleza de sus extensas playas y aguas cálidas (resultado de la influencia de la corriente brasileña), por contar con el segundo faro más alto de Latinoamérica y por eventos como las "24 horas de la Corvina Negra" que atraen visitantes de todo el país. Sin grandes desarrollos urbanos ni ferrocarril, ha crecido manteniendo su esencia de pueblo encantador, dejando una huella en el corazón de todo aquel que lo visita.


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